¿Por qué parecen tan felices, todos, uno por uno, a mi alrededor? Tan felices en todo momento, en cada instante. Tener que sonreír, ocultarte bajo un halo de alegría, simplemente parecer feliz, intentando que los demás no se den cuenta y que puedan continuar experimentando ese sentimiento abstracto de bienestar y, en parte, de satisfacción.
Al fin y al cabo tú, eres el bicho raro, eres el único que mantiene, pero, se ve que no sientes realmente, esa expresión de gozo y júbilo, el único que escribe estas palabras en un blog o en un simple cuaderno que tiene por casa sin la esperanza de que alguien las lea, el único que, según los demás, tiene una vida perfecta pero aún se queja. Y que eso te haga sentir peor y que pienses: ¿Pero, es que mis problemas valen menos que los de los demás, por mucho que tenga una vida “fantástica” a vista del mundo? ¿Es que yo no debo sentirme mal si noto que algo no va bien? Llega el momento de responderte. Por supuesto que pienso en los demás, en sus problemas. ¿Eso significa que no debo preocuparme por los míos e investigar hasta llegar al punto clave de su aparición y su estación en ese recóndito lugar dentro de nosotros?
Todo tiene su esplendor y plenitud al igual que su decadencia y vacío. La vida es parte de ese todo, tu vida es parte de ese todo. Puede que estés en una época, en un tiempo, de decadencia, puede que desde que naciste te encuentres en ese periodo. Pero, ya no te ordeno que lo hagas, te lo ruego, te lo pido, confía en que llegará el auge, en que antes o después llegará y enséñame también a mí a confiar en ello.