miércoles, 5 de diciembre de 2012

¿Cuánto tiempo le queda a tu memoria?


Los finales no siempre terminan. Las amistades no siempre caducan. Existen los reencuentros que, tal vez, no sean necesarios. Existe la pervivencia de un buen sentimiento, aún mayor cuando es compartido. Existe el vivir acompañado, existen las emociones que se crean. Existe el cariño entre las personas, incluso cariño que no muere. Existen risas y existen momentos felices. Existen futuros sobrepuestos y caminos que siempre serán paralelos. Existe valor y existe la lucha. Luchar para dejar en nuestras vidas todo lo vivido y para acumular lo que llega.

¿Cuánto tiempo le queda a tu memoria? El que tú decidas compartir y recordar. A mi memoria le queda mucho tiempo;  lucharé para que sea así. Dejaré en mi vida todo lo que he vivido con ellos y acumularé muchos más recuerdos. No tenemos por qué acabar, no tenemos por qué enfermar. No permitiremos que la enfermedad sea nuestra muerte, porque la enfermedad se puede curar. Apartando nuestra pereza, volveremos a vivir lo que hasta ahora hemos vivido, recordaremos. Recordaremos lo que nos necesitamos y será como vivir la realidad, porque siempre nos necesitaremos. 


miércoles, 28 de noviembre de 2012

Tiempo.


Prometo vivir y conocer. Prometo soñar y crecer. Prometo realizar y creer. Prometo hablar y hacer. Prometo componer y expresar. Prometo experimentar y fabricar. Prometo ver y buscar. Prometo escuchar y disfrutar. Prometo llegar y, también, prometo sorprender. Prometo luchar e intentar. Prometo querer y enseñar. Prometo ayudar y necesitar. Prometo conseguir y contar. Prometo amar. Prometo respetar. Prometo seguir prometiendo. Prometo intentar cumplir. Prometo y no aseguro. Prometo y deseo. 


miércoles, 27 de junio de 2012

El mañana del reloj.


Las cosas cambian. Lo que hoy está presente puede que mañana no lo esté y lo que estuvo y hoy no está, puede que mañana vuelva. Cada hora, cada minuto puede cambiar tu historia, tu futuro, tu personalidad y tus sentimientos. Puede que quieras volver atrás, que te guste mucho más el presente o que desees que el futuro sea mejor, pero no te queda más remedio que afrontar lo que tienes con entusiasmo. Una simple frase puede hacerte ver cómo cambia tu presente y lo diferente que será tu futuro, por mucho que te pese. Como te separarás de lo que quieres y permitirás la entrada en tu vida de otras cosas que apreciaras y pasarás a necesitar. 

Nada te ha preparado para ese momento. Sientes que no has aprovechado lo suficiente el tiempo. ¿Todo cambiará? Tal vez, o a lo mejor no tanto. Piensas en cada palabra dicha, en cada acción descrita en el gran mapa de las relaciones personales. Lo estás perdiendo. Pierdes, pierdes, pierdes. Llega la sensación de vacío y de miedo por no poder reemplazar lo que tienes. Todo llega, no intentes sustituirlo por ti mismo, ya llegará algo o alguien que sea digno de ello. Etapas de la vida que separan y que no sabes si volverán a juntar. Quedarte solo y pensar que has llegado a la cúspide de algo, y, sin embargo, sentirte más vacío que nunca. El principio te llena, el final te vacía. Necesitarlo. Pensar. Llorar. 





viernes, 8 de junio de 2012

Pensamiento sin valor.


Algo me pasa. El reloj está llegando, de nuevo, a esa posición fija mientras el día se vuelve casi tranparente. Y yo, con el reloj, a este sentimiento de agobio tomado ya por costumbre, refugiado en mi soledad interna. La vida puede transcurrir a mi alrededor y yo me encuentro quieto en medio del tráfico. Aquí estoy, como en otras muchas ocasiones, escribiendo palabras que no sé si al final cobrarán sentido formando un conjunto o seguirán separadas, aisladas del mundo, del movimiento. ¿Puede algo estático crear algo que no lo sea, algo que transmita, que tome vida, algo que tocar o, por lo menos, algo que sentir?

De vuelta al mundo me voy dando cuenta de que no valen la pena estas evasiones, aunque a veces sean necesarias. Hay que seguir el ritmo del mundo, aunque no estés preparado para ello. Hacia ahí me dirijo, a la corriente que siguen las personas, a dejarme llevar, sin apenas pensar. Sí, tomo el camino fácil, puede que eso diga mucho de mí, pero no me siento capacitado para dar la vuelta y comenzar a nadar a contracorriente, no me veo capaz de traspasar esa masa de gente que se encuentra tras de mí. Hagamos lo que hacen todos, vivamos lo que quieran los demás. Estas letras pueden tomar un tono de desesperanza que me sorprende a mi mismo pero creo que expreso la verdad que vivo, la verdad que vivimos la mayoría, la verdad que, desgraciadamente, se apodera de nosotros, la verdad que no podemos, ni queremos ver hasta momentos como estos, en los que te separas de la gran corriente humana y puedes nadar tranquilamente en mar abierto. Volvamos a la corriente, volvamos a eso que llaman “mundo real”.



sábado, 26 de mayo de 2012

Puños de acero.




Cuatro medallas de oro, quince contando las de plata y bronce. Y premios,  más premios, recuerdos amontonados en mi gran vitrina de cristal. El pasado.

Paredes de colores pastel, luces blancas, celdas pretenciosas que quieren ser habitaciones y carceleros que se hacen llamar enfermeros. Ahora soy el señor Neil Anderson Horner y  lo único que conservo de aquellos días de gloria es mi recuerdo, recuerdo que se va borrando cada día con más facilidad. Me robaron el ancla con el que me aferraba a mi pasado.  Me arrebataron todos esos amuletos que me devolvían lo que me resistía a olvidar.  El terror de las nenas no es ahora más que un montón de huesos apalancados en un asilo. Aquellos puños llamados de acero, marchitos ya por la artrosis, no son capaces de sujetar un mísero vaso de agua.

Vuelven los mismos visitantes de siempre. ¿Qué hacen aquí viernes tras viernes? Siempre la misma cara de tristeza. ¡Y eso que no han pasado todo lo que yo he pasado! Traen algunas fotos. ¿Qué hace esta gente con las fotos de mi boda con Brenda? Quieren que recuerde. ¡Claro que lo recuerdo! ¿Cómo no voy a recordar el día más importante de mi vida, el día de mi casamiento con la mejor mujer del mundo?

Por fin se larga esta gente, ¡por poco se me hace tarde! Ya es casi la hora, he de prepararlo todo para el combate. Tomo mi bolsa roja que por tantos vestuarios ha pasado y reviso que no falte nada. ¡Por Dios! Por poco se me olvida. ¿Dónde estarán esos dichosos guantes?  Deben de estar en el armario. Revuelvo un poco la ropa. Aquí están, mis compañeros de aventuras, mis compinches sobre el ring. Me pongo los pantalones cortos color esmeralda que tanta suerte me han dado, aún calientes de mi último combate y vuelvo a apretar el nudo de los cordones de mis botas. Oigo la voz del presentador nombrándome: “Y ahora, con las bermudas verdes y con el mismo espíritu de siempre, Neil el Tigre Anderson” y a continuación las voces de la grada coreando mi nombre, como si se les fuera la vida en ello.

Recuerda Neil, busca su punto débil, como siempre te dice Mike. Arriba, directo de izquierda, gancho y será tuyo, la victoria será tuya. Papá dice que soy bueno para tener diecinueve años. Paso a paso me acerco al ring, he de subir ya, ha llegado la hora, el gran momento, esto ya no se trata de un entrenamiento. He de subir al cuadrilátero. Escalón a escalón voy sintiendo un frío inusual. Puede que sean los nervios. Ya noto el dulce sabor de boca que me deja el éxito, el triunfo, a veces mezclado con algo de sangre.

¿Quién grita a mis espaldas? No es mi entrenador. Es una voz de mujer. ¿Por qué me llama papá? ¿Quién ha dejado entrar a esos niños?  Empieza el combate. Un momento, ¿qué le pasa a mis brazos? Parecen entumecidos, adormecidos. Estoy perdiendo la fuerza, ¿qué pasa? Vamos Neil, como sigas así vas a recibir una buena paliza. La voz de Mike diciéndome que reaccione se combina con la de esa muchacha que sigue, sollozando, llamándome papá. ¿Podré terminar este combate? Estaba perfectamente en los entrenamientos. Intento mover mis pies y comenzar a moverme por el ring.

¿Qué pretendes, papá? No, no lo hagas. ¡Por favor, no saltes papá!  Logro recordar. Es Susan, mi hija. ¿Dónde estoy? ¿Qué he hecho? ¡Hija! He perdido. Esta vez no será mi puño el que levantará el árbitro. Mientras caigo suena la cuenta atrás. Tres. Dos. Uno.



jueves, 10 de mayo de 2012

Sonrisa en blanco y negro.

Llantos. Llantos reprimidos. Lágrimas que caen hacia dentro. Gotas que infectan tu interior y te queman. Como una mecha cuya chispa recorre poco a poco cada fibra de tus músculos, cada vena de tu cuerpo. Un virus que llega al corazón y lo marchita. No, no en forma de arritmia o infarto, sino de tristeza y desesperación. Que tu nariz y tus pómulos se tornen rojos del esfuerzo.  Y en medio de este proceso percatarse de lo que hay alrededor. Forzar una sonrisa. Mirar hacia un lado para llegar a recomponerse del todo. Respirar y sentir ese dolor acumulado en el cuerpo y que ha llegado hasta las piernas, que se van entumeciendo poco a poco. Reaccionar de una vez por todas y levantarse para seguir adelante, haciendo sonreír a los demás.  


sábado, 7 de abril de 2012

Punto en el tiempo.

Invade todo tu cuerpo. Aprisionado. Se apodera poco a poco de tu estómago, de tu corazón, de tu alma. Se extiende por todo el cuerpo y no te deja moverte. Desaparece y vuelve a surgir con los recuerdos. Sientes como tus pulmones, al respirar, hacen una gran presión en tu pecho.  Piensas que no hay nada que hacer. Duermes. Despiertas y sigue ahí. No desaparece.