Mirarte. Hablarte. Sentirte presente. Sentir esa típica ilusión por algo nuevo. Pensar en el futuro sin mirar a atrás. Creer que todo es posible, aunque a simple vista parezca algo impensable. Seguir mirando. Estudiar toda tu persona, tus gestos, tu aspecto y eso que le ves a Él que nadie más que tú ve y que solo tú sientes. Necesitarte. Volverte a hablar. Y seguir sin tener el valor de decirte lo que siento.
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