De pronto, ves a esa persona caer a tu lado, pensando que viene a salvarte, a ayudarte. Justo esa persona encuentra en ese momento una salida, una escapatoria. Eso te hace caer y caer aún más. En compañía de la soledad. Y nunca, nunca, hay un límite, nunca dejarás de sentir ese daño porque no te mata, simplemente te duele, pero no te mata.
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