Jorge Manrique dice en uno de sus poemas “Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar que es el morir”.
Todo tiene un final, desde esa relación de amistad que tenías desde niños con aquella inseparable compañera hasta el más bonito de tus sueños. Todo se desvanece poco a poco, todo. Algunas cosas rápidas como un encuentro inesperado con un mero conocido y otras más duraderas como una bonita, no, preciosa, convivencia que se ve rota por un mero devaneo, por una mera ilusión óptica de la vida. Todo tiene un final, un destino. La mar.
Nuestras vidas tienen que acabar, antes o después los ríos desembocan. Claro está que no es comparable vivir 95 años a vivir tan solo un par de ellos pero, aunque no crea en el destino, si creo en la muerte porque es una realidad, nuestra muerte tiene que llegar, debería y por lo tanto llegará, antes o después. Por eso aconsejo, no te asustes si viene por detrás y te da una sorpresa, piensa que siempre está ahí detrás, esperando para arrancarte el alma. Tu vida se acabará y no tienes medios para evitarlo. Puede que no sea nada malo o puede que sea algo horroroso. ¿Quién me lo puede decir? La respuesta es fácil. Nadie ha vivido para contármelo.
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